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Los errores del Peje

Siempre he sostenido que la derrota de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de 2006, votación que perdió por menos de medio punto porcentual frente a Felipe Calderón, no se debió a un fraude electoral como lo sigue sosteniendo el famoso Peje, sino a sus propios errores derivados de la soberbia, el exceso de confianza y la falta de autocrítica.

Por supuesto que no hago a un lado aquella feroz campaña en su contra –“AMLO es un peligro para México”- ni el consecuente voto útil que le dio un muy apretado y cuestionable triunfo a Calderón con una diferencia aún menor a la de los sufragios anulados en el proceso, pero resulta obvio que ante lo que técnicamente fue un empate, hay que cargarle al tabasqueño la mayor parte de la responsabilidad de su muy doloroso descalabro.

¿Por qué?

Porque hasta tres o cuatro meses de la elección, López Obrador caminaba tranquilo hacia el triunfo, con todas las encuestas a su favor y sin que nada pudiera detenerlo en casi cualquier escenario proyectado.

Pero vinieron los errores, como por ejemplo desdeñar grupos políticos a los que –aún cuestionables o hasta impresentables- eventualmente tendría que enfrentar tarde o temprano.  Tan confiado estaba en su triunfo, que calculó que no negociaría con sus adversarios o posibles nuevos aliados sino hasta que ocupara la silla presidencial.

Y en su estrategia de campaña mediática, AMLO jamás imaginó el daño que le hizo haberle llamado “chachalaca” al presidente Vicente Fox, cuando le reclamó las constantes alusiones que hacía en su contra.  Olvidó que, a pesar de su muy cuestionable gestión y de su criticable activismo electoral, Fox siempre contó con una base de respaldo popular por haber sido quien derrotó por primera vez al PRI tras décadas de lo que Vargas Llosa definió como la “dictadura perfecta” en México.

Por si fuera poco, en aquellos meses de 2006 el Peje, soberbio, se negó a acudir al primer debate entre candidatos presidenciales, al pensar que no tenía por qué arriesgar su liderato en el obvio escenario del “todos contra él”. López no entendió que si quería ser presidente tenía que enfrentarse a eso y más, incluyendo la batería de preguntas de cultura general que el personaje “Brozo” le estaba haciendo a otros competidores y que AMLO se negó a responder por temor a quedar mal con el respetable.

Todos esos pasajes vienen a la memoria hoy, a poco más de un año de la tercera elección presidencial en la que participará Andrés Manuel López Obrador, donde todas las encuestas lo marcan como favorito hasta el momento.

Y con mucha mayor antelación que hace 17 años, el Peje comienza a cometer errores. Ya lleva por lo menos tres que le han pegado en su centro de flotación y que han agregado una dosis de nerviosismo a su característica soberbia y autocomplacencia.

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Primero: en su viaje a los Estados Unidos, en donde ni el clima le favoreció, haberse encarado con un aparente provocador que resultó ser el padre de uno de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa, una simbólica bandera de lucha para las fuerzas que apoyan al partido Morena. Peor aún: no hizo un control de daños que bien pudo haber sido una simple disculpa al protagonista del sainete neoyorquino.

Segundo error: luego de la difusión de un video en el que aparece la candidata de Morena a la presidencia municipal de Las Choapas recibiendo dinero que supuestamente tendría que entregar al presidente de Morena, López Obrador se mostró titubeante, nervioso y dubitativo, y no hizo otra cosa que repetir su cantaleta contra la mafia del poder y la supuesta e incorruptible honestidad de su movimiento. Ofende la inteligencia de los electores al tratar de negar lo innegable: que el dinero en efectivo fluye a borbotones durante las campañas, y que su propio partido (ni él mismo) es ajeno a ello.

Tercero: Ante los innegables daños sufridos en su campaña y en su propia imagen, vemos a un Andrés Manuel desesperado, subiendo videos a diestra y siniestra y perdiendo el foco de su terca y tenaz lucha de casi un cuarto de siglo. Ahora lo mismo arremete contra el gobernador de Veracruz que contra el presidente Enrique Peña, dejando abiertos flancos como el de su relación con el alcalde de Iguala acusado de ser el responsable del crimen de Iguala, o con el ya detenido exmandatario veracruzano Javier Duarte, pieza fundamental en el crecimiento electoral de Morena en aquellas tierras, apenas el año pasado.

En fin, que Andrés Manuel López Obrador sigue siendo el líder en las encuestas, que por ahora acepta pero que seguramente cuestionará si dejan de favorecerlo, pero parece haber perdido cautela y prudencia políticas, las mismas que perdió en 2006 cuando se sintió ganador por anticipado.

Como él mismo ha dicho a sus adversarios, parece que en estos días alguien le tiene que decir al Peje: “serénese”.