Este día se celebra a todos aquellos que están ya disfrutando de la presencia de Dios, cara a cara. La fiesta recuerda que todos somos llamados a la santidad en esta vida. En los primeros siglos de vida de la Iglesia había un día para recordar a los mártires y fue el Papa Bonifacio IV que transformó un templo griego en uno cristiano para dedicarlo al culto de “todos los santos” y fue hasta el año 840 que se comenzó a celebrar el 1 de noviembre.