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Inegi, el manipulador

Desde que en 1983 el entonces presidente Miguel de la Madrid creó el Inegi  y nombró a Pedro Aspe Armella como su primer presidente, el propósito fue darle prestigio y credibilidad a la institución.

Ese propósito se logró. Pero en este sexenio han hecho lo necesario para que el Inegi pierda ese prestigio y credibilidad y ahora con la Encuesta Nacional Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) que dieron a conocer el 28 de agosto le clavaron el tercer clavo al ataúd de la institución.

El problema es que en la elaboración del ENIGH hay una clara manipulación, desde el levantamiento mismo de la encuesta hasta los resultados, que se tuvieron que acomodar para que no haya datos de que la pobreza aumenta.

Se hizo un ejercicio estadístico para que, multiplicando por dos la distancia de la tierra al sol, dividiéndole el resultado entre el PIB del país y restándole el número que se pensó, salga que la pobreza está disminuyendo.

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Y no crea que exageramos. Los resultados del ENIGH antes de manipularlos dicen que la pobreza aumentó, pero con el ejercicio estadístico, resulta que disminuye.

El primer clavo lo clavaron cuando el Inegi levantó una encuesta para medir la pobreza; el problema es que los resultados no eran comparables con los de años anteriores.

El segundo fue en el nombramiento de una tal Paloma Merodio como vicepresidente de la institución, dado que no cumple con los requisitos y carece de las calificaciones necesarias para dicho puesto.

La llegada misma de Julio Alfonso Santaella como presidente del Inegi hizo que se levantaran las cejas de los economistas serios, dado que el personaje es más bien oscuro que brillante pese a ser doctor en economía por la Universidad de los Ángeles, por aquello de que “Salamanca no presta lo que natura no da”.

El problema reside en que el Inegi está haciendo encuestas y sacando resultados a modo de lo que los políticos desean.

Que el Presidente quiere que la pobreza no aumente, pues se hace una encuesta para que eso salga, aunque para ello haya que conspirar con la Sedesol para que distribuya un formato entre beneficiarios de Progresa, como se hizo con la ENIGH de 2017.

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Porque entre las manipulaciones que se hicieron está, precisamente, el uso de esos formatos de Sedesol, a modo para que el encuestado responda lo que necesita el encuestador.

Si a eso se le agrega el modelo estadístico, resulta que en México la pobreza no se mide contando a los pobres, sino a través de una fórmula matemática cuyos componentes se pueden mover año con año para que la pobreza aumente o disminuya según se quiera.

Y eso es lo  que pasó. Los resultados de la ENIGH, tal cual, revelan que aumentó el número de pobres, pero como eso es políticamente incorrecto, le meten mano con un modelo estadístico parecido al que narramos antes y, entonces, sí hay sonrisa en Los Pinos, porque ¡la pobreza disminuyó!

¿Cómo le harán para rescatar el prestigio del Inegi? Es probable que eso no interese.