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Una acción de escape | Huberto Meléndez Martínez

A don Juan, mi padre.

“Mire profe, así empezamos la vez pasada, sólo teníamos una becerrita que nos regaló mi abuelo”, decía un joven vecino, originario de una ranchería potosina del norte de aquel estado, a un practicante normalista, quien compareció en aquella casa para levantar el censo escolar.

Esa acción era una de las primeras actividades que todo docente debía cumplir en el medio rural, al inicio del año escolar. Servía como instrumento para detectar a niñas y niños en la edad apropiada para asistir a la escuela.

En aquella época, los infantes colaboraban en las actividades productivas para la subsistencia de la familia. Los padres, más allá de considerar su existencia como una boca más qué alimentar, representaban un apoyo en el trabajo, para sostener a los más pequeños.

Coincidentemente el joven entrevistado también era estudiante, cursaba el tercer año en una escuela formadora de docentes. Su voz denotaba convicción y esperanza ante la cercanía de una mejor etapa para su familia, era el mayor de cinco hermanos.

Recordaba su niñez y el obsequio del abuelo. Trabajaron mucho para cuidar aquel animalito, con el cual llegaron a disponer de un pequeño hato de reses, al paso de los años.
Estudiar la escuela secundaria, luego entrar a la Normal, aunado a una situación difícil de su señor padre Don Lito de León, redujeron considerablemente su semoviente.

Años antes su padre había sido atrapado en la adicción por el alcohol. Aprovechando que los sábados iba al pueblo a comercializar los quesos elaborados por su esposa, regresaba en el autobús con varias copas encima, indignando a su esposa y dejando desprotegida a la familia. Fue la época más difícil para todos ellos en el medio económico y afectivo.

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Cierto día, cuestionado su proceder por un amigo comentó: “Es por el dolor de la pobreza, veo a mi familia y a mí mismo sumido en la miseria sin lograr encontrar la forma de salir de ella”.

“Pues perdido en el vicio tampoco va a lograr mejorar la situación”, expresó su camarada.
“Necesita volver a atender su ganado, recuperar su parcela de temporal, algún grano podría cosechar y utilizar la pastura para sus animales”.

El señor anhelaba irse a los Estados Unidos, como lo hacían recurrentemente varios de sus vecinos, pero la falta de un buen padrino que le prestara el dinero necesario para pagar al coyote, lo mantenía imposibilitado. Ello acentuaba su desesperación e incertidumbre.

Su falta de visión le impedía ver las posibilidades cercanas para resolver su situación.

Podría dejar de tomar para concentrarse en las ocupaciones, que en otro tiempo le permitieron salir adelante con las actividades agrícolas y ganaderas, en menos de dos años su primogénito terminaría sus estudios, sería profesor en una escuela y podría ayudar desde mejor posición a sus hermanos pequeños.

En la vida se pueden tomar decisiones conforme a formación e información adquirida, a la visión y persecución de sueños.