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Otros desafíos del Magisterio | Huberto Meléndez Martínez

Otros desafíos del Magisterio – Dos niñas de primero de secundaria se aproximaron al maestro de matemáticas con una pregunta acompañada de una mueca de ironía. El docente identificaba esas miradas, pues la relación con los alumnos proporciona conocimientos que van acumulando experiencia, sobre el trato entre ellos y con los profesores.

“Maestro, pregúntele a Miguel ¿Cuánto es seis más siete?”

Era la primera clase que les impartía, dado un cambio reciente de maestros en la asignatura, quiso obrar con prudencia. ¿Por qué no le preguntan ustedes mismas?, dijo.

No sabe cuánto es seis más siete. Mírelo, ahí viene, pregúntele. El grupo estaba expectante a escuchar la cuestión y el muchacho, de caminar cadencioso se acercó a recibir la pregunta.

Estaban acostumbrados a ese juego. Miguel no se molestaba, pues estaba sonriente ante el profesor, el cual tuvo una sensación inusual al advertir el arreglo exagerado en sus pestañas.

Pidió a todos tomar su lugar para realizar el pase de lista y familiarizarse con sus nombres. Las niñas insistieron y el joven no se movía. Ante la reiterada invitación de ocupar los pupitres, fueron a sentarse.

Al mencionar nombre y apellidos Miguel quedó sin responder el acostumbrado presente. El profesor repitió y dirigiendo la mirada hacia el chico. Aquel quedó sonriente pero sin dar respuesta.

“Le gusta que le digan Sasha, maestro, cuando pase lista dígale Sasha y entonces contesta”, gritó una de las muchachas. O a lo mejor quiere que le diga Miguela. En ese momento el muchacho volvió hacia ella el rostro con una mueca de enojo. El grupo seguía atento para evaluar la actitud del profesor.

“Esta vez voy a ponerte asistencia, pero te pido que respondas cuando mencione tu nombre completo, Miguel”.

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“No me gusta ese nombre, profesor”.

“Ese es tu nombre así voy a llamarte. Pido a sus compañeros y compañeras que también lo hagan”. Sentenció con seriedad el maestro.

El colega anterior y el personal de servicios educativos del plantel informaron abundantemente sobre el comportamiento del muchacho, las acciones realizadas y el seguimiento que habían acordado previamente.

En la clase siguiente encontró el salón impregnado de un fuerte olor a ajo.

“Miguel está frotando sus uñas con ajo, porque le dijeron que así podrían engrosársele. Quiere tenerlas grandes y gruesas para poder pintarlas, maestro”, fue la expresión de la misma jovencita de las preguntas incómodas del día anterior.

Eventualmente el salón olía a esmalte para las uñas o a perfume penetrante, provocando escozor en la nariz.

Fue complicado mantener la atención de los demás y sortear sus bromas al respecto.

Tuvo dificultades para cumplir el programa académico. Los intereses del alumno estaban en otro escenario. Necesitaba conocer la situación familiar del estudiante.

Percibió un vacío en la formación profesional para dar el trato adecuado a este joven, la necesidad de abordar el caso en el colegio docente.

Son variados y complejos los desafíos para el Magisterio.