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Relación escolar armónica | Huberto Meléndez Martínez

Relación escolar armónica – Miradas fulminantes, cargadas de rivalidad iban y venían entre dos alumnas del mismo grupo. La maestra de la escuela las había colocado en filas diferentes cuando advirtió esa animadversión. Por momentos sentían sólo la presencia de las dos en ese salón de clases. Parecía insoportable tenerlas que aguantar en esa estancia.

El espacio era igual a la de cualquier aula con cupo para cuarenta alumnos, pero tenían la sensación de ser demasiado pequeño para contenerlas. El coraje nublaba su pensamiento. Era posible atravesar a las personas con sus miradas, omitiendo toda gente a su alrededor.

La profesora conversó varias veces con ellas intentando influir en la conformación de un buen ambiente de colaboración académica. Manifestaban acuerdo cuando se les pedía asumir compromiso de volver a iniciar un trato o una relación, como había existido en otros tiempos, pero ninguna tomaba la iniciativa para conseguirlo. Sus compañeros habían logrado aislar esa pugna sin involucrarse.

Nadie tomaba partido porque había otras influencias en el aula y personalidades de mayor presencia, por fortuna influjos positivos de competitividad en el trabajo escolar, de liderazgo deportivo, ello diluía el encono y la existencia de bandos distintos.

Eventualmente esas rivalidades son reflejo de la percepción de resentimiento de contextos cercanos a las personas, son modelos reproducidos inconscientemente por los niños en los diversos ámbitos en que se desenvuelven.

Ante la necesidad de armonizar esa relación escolar, se consideró conveniente hacer por separado, un llamado de atención para persuadirles de la importancia de aprender a ser tolerantes, del derecho que toda persona tiene a cultivar un carácter que no necesariamente pueda agradar a los demás, de aprovechar la circunstancia que la vida presenta para coincidir en esa parte de su existencia, para aprender a convivir.

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Usualmente las antipatías se deben a la falta de conocimiento de una persona hacia otra. Darse la oportunidad de conocerse puede ayudar a disminuir los prejuicios, a fomentar el acercamiento, a comprender y ser comprendido por los demás, a aprender sobre la solidaridad, el compañerismo, la camaradería.

Ninguna recordaba el inicio del pique, caerse mal era la razón suficiente para ser enemigas irreconciliables. Como estaban a fin de ciclo y se les hizo pensar en la posibilidad de seguir siendo parte de un mismo grupo, tal vez hasta coincidirían en la escuela secundaria o en otro nivel de estudios, se comprometieron a flexibilizarse y trabajar en una actitud de respeto entre ellas y hacia sus demás compañeras.

Se les explicó sobre las diversas relaciones que pueden existir en un grupo de clase, donde no necesariamente pueden encontrarse amigos, pero en esencia puede haber buenos compañeros, tal vez se llegue a ser excelentes camaradas, lo cual permite una coexistencia sana. Suceden estas cosas entre niños, y quizá sean intrascendentes o tengan poca importancia, pero que ocupan la intervención de mentores o tutores para orientar sobre la necesidad de aprender a construir en comunidad.