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En oración por los inmigrantes

El domingo 18 de junio celebraremos nuestra Misa anual en Reconocimiento a Todos los Inmigrantes en nuestra Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles.

Como preparación a la Misa, en toda la arquidiócesis hemos estado rezando una novena centrada en las necesidades de los inmigrantes, de los refugiados y de las víctimas de la trata de personas. Estamos animando a los fieles a compartir sus historias en las redes sociales, usando el hashtag #PrayForImmigrants. Y hemos establecido un nuevo recurso en línea para inmigrantes y defensores de la causa: TheNextAmerica.org.

Además, el viernes 16 de junio un grupo hará una peregrinación que durará tres días y recorrerá 50 millas desde el condado de Orange hasta la catedral, caminando y orando por los que sufren a causa de nuestro deficiente sistema de inmigración.

Estamos pidiendo la intercesión de San Junípero, que llegó a este país como un inmigrante, procedente de México y que ayudó a moldear la dirección moral y espiritual de nuestro país.

Desde el principio, los inmigrantes han ayudado a darle a Estados Unidos su identidad espiritual y moral. Nuestra economía y nuestra cultura están fundamentadas en la energía y en la creatividad de varias generaciones de inmigrantes.

Durante años he estado hablando acerca de la historia “oculta” de Estados Unidos. Mucho antes de la llegada de los peregrinos y del Mayflower, y mucho antes de los Padres Fundadores, este país estaba siendo evangelizado y poblado por inmigrantes de América Latina y de Asia.

Estados Unidos siempre ha sido una hermosa colección de pueblos procedentes de todo el mundo. Y el espíritu inmigrante sigue renovando este país, a pesar de las dificultades y luchas de los últimos años.

De hecho, el fin de semana pasado asistí a una graduación única: la primera clase de graduados de un programa de educación para adultos que les proporciona a los inmigrantes las herramientas que necesitan para integrarse con éxito en nuestra sociedad, enseñándoles inglés y ofreciéndoles conocimientos prácticos sobre nuestro gobierno, nuestra cultura y nuestra economía.

El programa, llamado Maestro en Casa, es dirigido por nuestro Departamento Arquidiocesano de Escuelas Católicas y Mexicanos y Estadounidenses Pensando Juntos (MATT, por sus siglas en inglés).

Maestro en Casa nos recuerda que quienes llegan a nuestro país hoy tienen las mismas ambiciones y valores que los inmigrantes de las generaciones pasadas. Están buscando una vida mejor para sus hijos y para sus familias, y están comprometidos en trabajar duro y en sacrificarse para hacer sus contribuciones a la historia de Estados Unidos.

Estos tiempos que estamos viviendo son un llamado a la oración y a la acción reflexiva. Y al orar, estamos trabajando arduamente para lograr las reformas necesarias para nuestro deficiente y obsoleto sistema de inmigración.

En los últimos meses, he estado hablando con nuestros líderes políticos e incluso con funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional y funcionarios locales y federales del Servicio de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés). También estamos ofreciendo educación en las parroquias locales para apoyar a la gente y para ayudarles a conocer sus derechos.

Pero sabemos que no lograremos ningún progreso hasta que hagamos reformas sustanciales en nuestro sistema.

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Para la Iglesia, la reforma migratoria nunca ha significado “fronteras abiertas” o “amnistía” para aquellos que están en este país en violación de nuestras leyes.

La Iglesia siempre ha enseñado que cada nación debe tener fronteras seguras y que cada nación debe ser capaz de regular cuántas personas son admitidas en el país, quiénes son ellas y cuánto tiempo se les permite permanecer.

Estamos trabajando para fortalecer a nuestro país a través de una reforma migratoria basada en el sentido común, cosa que nuestro país necesita para crecer y acoger a aquellos que quieren unirse a nosotros en la gran aventura estadounidense.

Actualmente nuestro sistema de visas es demasiado complicado e impone cuotas que les dificultan a los patronos estadounidenses encontrar a los trabajadores que necesitan en áreas que van desde el sector de la alta tecnología hasta la agricultura y las industrias relacionadas con la construcción.

Necesitamos reformas en las visas, en todas las áreas. Necesitamos también reformas para facilitar la obtención de visas a los trabajadores religiosos de otros países.

Y necesitamos encontrar maneras para ayudar a millones de indocumentados, que han estado viviendo en nuestro país durante muchos años, trabajando honestamente y criando familias, pero que en este momento no tienen manera de abordar su estatus migratorio.

Tenemos millones de hombres y mujeres indocumentados en nuestro país, pero que a la vez son padres de ciudadanos estadounidenses o de residentes legales permanentes en este país. Es de sentido común que establezcamos un sistema permanente de visas que permita que estos hombres y mujeres trabajen y contribuyan a nuestra sociedad.

Y, por supuesto, tenemos a los “Soñadores”, esos jóvenes —hombres y mujeres— indocumentados que fueron traídos a este país cuando eran niños o adultos jóvenes. No es correcto que estos buenos jóvenes se vean obligados a vivir en una especie de “limbo”, sin un país de origen y sin una manera de participar plenamente de nuestra vida en este país.

Oren por mí esta semana. Y sepan que yo estoy orando por ustedes.

Y oren conmigo para que nuestros vecinos puedan a verse a sí mismos en el rostro de estos nuevos inmigrantes que llegan a nuestro país. Que podamos ver en ellos nuestro propio deseo natural de felicidad y nuestra propia necesidad humana de ser acogidos, valorados y amados.

Y que nuestra Santísima Madre vele por nuestro país y nos ayude a convertirnos en una nación, bajo la protección de Dios.

ACI Prensa