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Buenas costumbres | Huberto Meléndez Martínez

Los muchachos de la mesa directiva de la secundaria se preparaban con un informe de movimientos financieros, el cual entregarían a la asamblea ejidal ese día por la noche. Estaba casi todo listo, sólo faltaba verificar que cuadraran las cuentas.

Viendo su empeño, tres de sus maestros preguntaron sobre las razones para notificar al ejido sus asuntos internos.

Precisaron acerca de esa costumbre en la comunidad, donde todos los comités existentes y organizados en ella, debían hacer acto de presencia en alguna de las juntas ordinarias del ejido.

Los profesores consideraron innecesario presentar ese informe, pensando que esa asamblea no tenía injerencia legal al respecto. Aconsejaron utilizar responsablemente los recursos recabados con la colaboración de sus condiscípulos, e informarles en su momento, a la sociedad de alumnos, sobre los gastos realizados durante su gestión.

Los jóvenes decidieron continuar con su propósito. Mencionaron contar con la anuencia del director del plantel. Estos maestros intercambiaron miradas de desaprobación por ese hecho, pero conservaron sus comentarios para cuando pudieran ver al directivo.

La desconfianza de los maestros se fincaba en la existencia de un ambiente ríspido entre la comunidad y la planta docente, generado por un desencuentro en la comunicación meses atrás.

Imaginaron el escenario de despojo de los recursos económicos en mención, para utilizarlos en la solución de alguna de las cuantiosas situaciones comunitarias apremiantes.

Los adolescentes arribaron al recinto de la asamblea cuando oscurecía, tomaron asiento en un pupitre cercano a la puerta de la entrada, esperando ser llamados por el Presidente de la mesa de los debates.

El salón ejidal era una construcción de adobe, producto de los esfuerzos y organización de faenas voluntarias de los pobladores. Las paredes encaladas por dentro y por fuera, con un techo diseñado a la usanza de la región; Una capa de tableta, soportada por murillos de madera y cubiertos con barro, más una capa con mezcla de arena y cal.

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Las personalidades organizaron la comparecencia de los alumnos, al inicio de la reunión, para evitarles desvelos. En posición firme se leyó el informe y el juezdebates (como coloquialmente nombraban a quien dirigía la sesión), pidió la aprobación de la asamblea. En la penumbra de la tenue luz de un foco de 60 wats alcanzaron a verse levantados numerosos brazos con la palma de la mano extendida.

Otros organismos como el comité de salud, de organización de festejo ejidal cada año, el comité del alumbrado público, el de la vigilancia del suministro del agua, de fiestas religiosas, el de vigilancia a cargo del delegado municipal, etc., comparecían ordinariamente en ese recinto.

Los maestros aprendieron que esas buenas costumbres abonaban al cultivo de la confianza de las autoridades con las gestiones educativas.

Por ese tipo de atenciones, la asamblea mostró estima especial por la escuela secundaria. Los estudiantes practicaron valores como la honradez y responsabilidad; adquirieron el concepto de autoridad, aprendieron sobre disciplina, organización y transparencia.

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